viernes, 8 de enero de 2016

A mí me pasa lo mismo que a usted (...)

Vamos por la vida creyéndonos tan originales y únicos, y diferentes... elegidos por la varita mágica para triunfar en algún que otro puesto de trabajo, carrera, profesión, parentesco. Eternos adolescentes, pasamos los treinta con la sonrisa esforzada y los ojos siempre atentos a ver qué cosa se nos pone en el camino. Sin embargo, inevitablemente, llega el momento en que lentamente o de un porrazo, crecemos. Dejamos de mirarnos el ombligo, y vemos que somos tan poco originales y tan comunes como todos los que nos rodean. Somos seres humanos, con necesidades, usos y costumbres más o menos parecidos a los del vecino, el compañero de trabajo o el cajero del super. Puede que también seamos parecidos al musculoso actor famoso de turno o a la modelo devenida señora de la alta sociedad, pero esos parecidos de seguro no podremos verlos cuando estamos entrando en la crisis de los cuarenta. No hace falta haber entrado ya en la cuarta década, ni siquiera estar demasiado cerca. A veces ocurre a los treinta y tantos y otras veces... bueno, a algunos –a los que no se si llamarlos suertudos, porque no me lo parecen tanto– les llega tardísimo o no les llega jamás. La llamada "crisis de la mediana edad" o "de la mitad de la vida", como su nombre lo indica, viene a recordarnos que ya no hay tanto tiempo para hacer, para elegir, para cambiar, para ¡vivir! y entonces, nos desesperamos. Un poco más, un poco menos, pero algo nos pasa con ese despertador furibundo que no perdona. Y por supuesto, algo habrá que hacer con eso.
¿Pasaste ya por esto? ¿Qué fue lo que te pasó cuando llegó "la crisis" a tu vida?